(Sigo...)
II
Ahora recuerdo sus nombres.
Algunas veces nos vemos
y hasta preguntan por mí,
que es algo que reconforta.
De todo aquello aprendí,
por lo demás, lo que importa:
aprendí a no echar raíces
y a disfrutar cada día
como si fuera un segundo
tras otro, que es lo que es.
Esto es lo que me ha quedado
en el catón de mi vida,
el sencillo argumentario
que me aplico al despertarme
sin saber si es bueno o malo,
sin siquiera preguntármelo
porque no importa, es lo único
que en verdad es importante,
no me importa a dónde voy,
dónde estoy ni lo que soy:
no encontrar ningún destino
ni buscarlo, no indagar,
no acomodarse, borrar
las direcciones postales,
no pararse en ningún sitio,
no establecer domicilio,
vivir por amor al arte,
amar por amor al miedo,
andar y andar sin buscar
oficio ni beneficio,
calentarse con astillas,
refrescarse en una poza,
invernar sin un abrigo,
enfangarse hasta los tuétanos,
no tener factura alguna
que pagar, ser egoísta
sin llegar a ser ególatra,
no cubrirse las espaldas,
nadar sin guardar la ropa,
hacerse el muerto, dejar
que te lleve la corriente,
flotar, nunca empecinarse
en nadar hasta la orilla,
no tener ninguna parte
a que llegar, no viajar
con maletas ni billetes…
No es imposible, se puede
vivir porque sí, a destiempo,
y morirse cuando toque
morir. Eso es lo que quiero
por querer algo, tampoco
se me va la vida en ello.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 17 horas
1 comentario:
Decían los Chichos...
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