No soy yo de autobombos, pero tampoco juego a las falsas modestias. Así que hoy traigo aquí dos textos que hablan de mí mucho y bien. Paloma Corrales y Leo Licea los han escrito después de leer mi “Tiempo a destiempo”. Claro que Paloma y Leo son buenos amigos —virtuales, de momento, espero poder algún día abrazarlos en vivo y en directo—, pero eso no resta un ápice del valor de lo que dicen. No resta nada, porque si los traigo aquí no es por lo mucho y bonito que me dicen, que también, sino porque sus textos son valiosos en sí mismos: pura poesía. Puro sentimiento.
Gracias, amigos. Aquí van los regalos que me hicisteis.
Gracias, amigos. Aquí van los regalos que me hicisteis.
Leo Licea: Jugando a destiempo (con el tiempo).
Después de haber leído su libro, Tiempo a destiempo, he querido hacer un homenaje a su autor, José Zúñiga, pero sin caer en la trampa de la retórica. Entonces repasé cada una de sus páginas, releyendo los títulos, originales como sus versos, y dentro de mi algo se iluminó; corrí al índice y, efectivamente era como había pensado, la sucesión de los títulos añadiendo algún artículo o palabra aquí y allá, era el resumen perfecto a las tantas sensaciones que el libro me trajo. Así nació este juego a destiempo con el tiempo. Los títulos en el riguroso orden del libro, aparecen en negrillas, esperando que José, y ustedes que me leen, perdonen mi atrevimiento.
I
Estoy a la intemperie jugando al escondite con lo vivido,
sin hoja de ruta o árbol genealógico.
Hoy no estoy para nadie.
Mi larga vida en la luna de Valencia
no sabe estar en aproximaciones
sobre las colas que colean
las colas en el alto voltaje,
las colas de rebajas,
en la rima (séptima) de las amistades peligrosas
de las que siempre quiero escaparme
en su naturaleza muerta.
II
Contratiempo, el escribiente, una noche,
encuentra un bodegón sin búcaro
donde las miradas se cruzan
con otros ángeles en el olor de los versos.
Fue una cuestión gramatical, un juego de palabras,
una caja de Pandora donde no puedo escribirte.
Un 32 de marzo a medias palabras presas del terror.
Eso es lo que hay, un inventario de puñaladas,
una poesía virtual y mi segunda dimisión.
III
Fuera de ti quedan los sonetos a mí mismo,
casi una oración que ya te vale el alma
y leo en la cama tu lamento funámbulo,
tu metamorfosis en un te quiero mucho.
Veo, veo es tu respuesta, es el amor que pasa
cuando ya estás de sobra y dos y tres suman cuatro
aunque me empeñe con todo mi desaliño.
Es hora de hacer algo, pues hablando del tiempo
resulta que soy el otro, el que va a quemar las naves
de la sirena varada en autopista.
IV
Esta es mi subversión.
Soy el hombre que sueña de ser tú
jugando en el parque al escondite
con el tiempo a destiempo.
(A José Zúñiga y al Tiempo a destiempo)
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Paloma Corrales: “tiempo a destiempo"
Con los ojos pegados al papel y ese brillo que los viste anticipándose a un tesoro, su voz poética te recibe y tú te dejas, sale a tu encuentro desde las páginas, como una buena anfitriona: amable, profunda y divertida.
Te pierdes en la frondosidad de las palabras, en un tiempo de adentro, en un tiempo sin horas, en la sinrazón de la memoria, a la intemperie, por los campos Elíseos, o a la luz de una farola. Y las palabras se hacen protagonistas.
Y ríes y piensas y sientes y te emocionas y te estremeces, y vuelves a reír y reflexionas. Después, algunos poemas más tarde, esa voz primera ya es amiga, te susurra y te hace algunos guiños que distienden, pero antes de que lo pienses llega otro relámpago a deslumbrarte o -tal vez- alguna de esas ternuras insobornables:
“Tu cuerpo es un relato interminable
y como cualquier cuento de aventuras
de los que frecuentaba antes de ti
no quiero que se acabe.”
Sutileza, ironía, inteligencia, sentido del humor, alguna que otra metafísica, amor y genialidad, con un denominador común que hace de hilo conductor; el autor, el poeta: Jose Luis Zuñiga, bajo mi humilde punto de vista, se refirma en cada poema y en cada verso porque late en ellos e incluso a algunos, no a todos, los doblega plantándoles cara, ingenio y arte. Te toma el pulso, te pasea por su tiempo, por sus calles, por la luz, por las penas, por las colas, por lo cotidiano y lo intangible, y todo ello con el singular "olor de sus versos".
Llegas al última página, un último poema te llena de infancia el alma, “en el parque”, con los ecos del que llueva que llueva, cierras el libro en la página 87, certificando y comprendiendo lo sugestivo del título; “tiempo a destiempo”.
Sonríes en silencio, acaricias la contraportada pensando que quizá se acabó demasiado pronto y una certeza inesperada te asalta: sabes que pronto volverá a reclamar una nueva lectura, a tus ojos y a ti.