Cuando apaga la luz espera
un momento antes de dormirse
mientras arrecia la tormenta
y retornan los torpes miedos
de su lejana adolescencia
en aquella casona antigua
donde pasaba los veranos.
Se arrebuja bajo una manta
recién sacada del armario
que huele a lluvia y alcanfor.
Está corriendo por un prado
tras un pastor que vierte mieles
dulces que caen sobre sus labios.
Y ya cierra los ojos. Sueña.
Su piel se empapa de sudor.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 16 horas
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