sábado, 31 de enero de 2009

colean las colas

Esta noche
estuve haciendo cola nuevamente,
no sé por qué esta vez. Tal vez
por si algún día necesito
realmente hacer cola para comprar condumio,
cosa que no resulta tan descabellada
en estos tiempos de acaparamiento.

Entenderán, espero,
que uno no está ni mucho menos cuerdo
ni en eso que se llama sus cabales,
tendré que confesarles que esto mío
debe tomarse en serio,
es un imperativo categórico
para nunca morir aunque esté muerto.

Después de tanta cola llegué a casa,
encendí un cigarrillo en el umbral,
apagué muchas velas y un incendio,
pensé, rumié, me puse
varios whiskys con soda y cuatro cubos
de hielo en vaso ancho
y luego escribí frases sin sentido
que ahora estoy trascribiendo
una tras otra, por matar el rato.

Al partir un piñón me he vuelto fijo.
Batidoras trituran pelandruscas.
Antípodas tus amplias calicordias.
Nanay de Paraguay, tumba en retumba.
Iza el rizo un erizo desplumado.
Calixto y Melibea en melopea.
Oh Paris, oh Paris, oh la la la.
Me abanico con ristras de merluza.
Esta cesta no tiene más que timbres,

y así,
y hace calor debajo de la manta.
Los raqueros del puerto tricotean,
y salpican gaznápiros sus crestas.
Yo me voy a acostar, hasta mañana,
buscaré alguna cola en que merezca
la pena colearse, como un pez
en el agua o una sardina en lata.

viernes, 30 de enero de 2009

soneto a mí mismo

Me ha tocado en suerte, lo sé,
lo mejor del tiempo y del espacio.
Walt Whitman


Más solo que las dos y que la una,
más solo que la tumba de mi abuela,
más solo que el reflejo de una vela,
más que el lado invisible de la luna.

Más solo que dos huesos de aceituna,
más solo que una estrella sin estela,
más solo que una monja en duermevela,
más que un rico heredero sin fortuna.

Solo. Tan solo estoy que mis espejos
campos diezmados son de una derrota
que ya viene acunándose de lejos.

Habrá que acostumbrarse. Doy la nota
(un si bemol menor) de los vencejos,
da igual que suene mal: nadie lo nota.





jueves, 29 de enero de 2009

dos berzas y un pimiento

Escapé de sus garras:
del quehacer sin sentido,
de las brumas nocturnas,
del cuarto confortable,
de los viejos amigos
con sus charlas de siempre:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Me topé con las sombras
de tejados sin nadie,
con los gatos perdidos
de todos los desastres,
el sudor en las manos,
el musgo en las paredes:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Escapé. Fui buscando
cometas en el aire,
dos berzas y un pimiento,
imposibles engarces
de versos polisémicos,
tierra de nadie. Inerte,
todo siguió su rumbo.
Nunca cambió mi suerte.


En las altas esferas
sólo cuentos sin cuento,
almohadas sin cabeza,
pajaritas sin cuello,
brújulas desnortadas
o arcángeles dementes:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Escapé para nada.
No encontré en parte alguna
limpios amaneceres
como los que buscaba,
ni mis alondras muertas,
ni mis limones verdes:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Cuando me fui no estaba
nada donde debía.
Nada encontré en su sitio
en mi insensato afán.
Y cantaba. Y volaba.
Pero empecé a perderme:
todo sigue su rumbo,
nunca cambia mi suerte.

miércoles, 28 de enero de 2009

saber estar

No sé cuál es mi sitio,
siempre me encuentro fuera de lugar.
Y no es eso lo malo:
el problema es estar y que te miren
sin tan siquiera verte. Uno se mete
en rincones perdidos, inhóspitos a veces,
por llamar la atención, a qué engañarse.
Y no hay manera.

Habrá que diseñar otra estrategia.

martes, 27 de enero de 2009

a la luna de Valencia

Siempre estoy a la luna de Valencia,
pero vivo en Madrid (si es que se entiende
que vivir es pasar por algún sitio)
y me despierto a orillas del Cantábrico,
a veces en Asturias y otras veces
en Lugo, que no está en ninguna orilla.


Así, no me resulta nada fácil
trabajar en Sevilla, donde tengo
mi mesa de despacho (si se entiende
por trabajar tomar café con churros),
o escribir en Bilbao, junto a la ría,
antes de echar la siesta en Salamanca,


o hacer cola en el súper de Albacete
y comer en Logroño (si se entiende
por manducar sentarse en una mesa),
que es algo habitual, por más que acabe
a trancas y barrancas con el postre
para echarme unas copas en Gerona.


Me aturullo con tanta toponimia,
ya me canso de estar quién sabe dónde,
de acostarme contigo (si se entiende
por acostarse echarse en una cama)
en la distancia, en el olvido, lejos
de donde debo estar. No tengo sitio,


siempre me encuentro fuera de lugar.

lunes, 26 de enero de 2009

carpe diem

Precisamente ahora
estoy trazando el rumbo de mi vida.


Ahora, cuando me estalla en la cabeza
toda la petulancia de saberme
vivido siempre atado y bien atado.


Sentado aquí, el gesto adormecido
frente a la taza blanca en que aún humea
esa infusión que tomo cada tarde,
trazo rumbos y escalas.


¡Ay, vana pretensión del astrolabio!


Precisamente ahora
pienso romper los mapas de mi vida.
Prefiero andar a ciegas que al milímetro.

domingo, 25 de enero de 2009

reflexión en la noche

Lo que ha sido vivido
nunca más será arcilla que modele mis manos.


Lo que ha sido vivido no tiene ya futuro:
pudo ser venturoso, pero pasó su tiempo.


Lo que ha sido vivido
no es ya lo que se espera
vivir, como esperaban mis labios a los tuyos,
ni alumbran sus rescoldos las cunetas que ahora
bordean el camino de la nueva aventura.


Lo que ha sido vivido muerto y bien muerto está.

sábado, 24 de enero de 2009

no hay malas compañías (ni buenas)

Ya sé que este camino
tengo que hacerlo a solas. No me importa.


No es la desolación lo que me duele,
sino la indiferencia. La pena de saber
que ha sido todo en vano, que no es hora
de hacer nada sin cálculo.
Me he metido a destiempo
en una larga historia que no es mía.
No me importa:
he visto estrellas en mi corazón.


(Y cuando vuelva, casi de puntillas,
me encontraré de nuevo entre vosotros.
Largo será el abrazo, sin fisuras).

***

viernes, 23 de enero de 2009

ventanas, 3

Paso, y estoy
de paso intermitente
por donde voy.

***

jueves, 22 de enero de 2009

para poder quererte

Alcánzame tus manos.
Y tu boca, que sea también mía.
Préstame tu mirada
(mis ojos no me sirven).
Cuéntame lo que sabes
a gritos o al oído:

sólo cuando penetre
en la raíz de tanto sufrimiento;
sólo cuando comprenda
las razones más hondas de tu miedo;
sólo cuando en mi sueño
sufra las mismas pesadillas negras
que habitan en tu sueño,
entonces, sólo entonces,
me atreveré a decirte que te quiero.

Mientras tanto, seguiré en tu regazo
y beberé tus lágrimas. No tengo
ganas de ser feliz.

miércoles, 21 de enero de 2009

la casa que me habita

Esta es mi casa.
Me lavo en ella todas las mañanas
y a veces quito el polvo
que se va atrincherando en los rincones
o me empolvo yo mismo y estornudo
enredando en los libros de sus estanterías.
En ella tomo
mis caldos, mis verduras, mi estofado de carne,
mis pastillas, y duermo, cuando toca,
en esa cama tan destartalada.


Esta es mi casa.
En ella estuve siempre,
(incluso cuando andaba
buscándome la vida
en los bancos del parque);
la casa que llevaba de mochila
cuando fui a la batalla de Lepanto
a repartir mandobles a moros y cristianos,
la que volvió conmigo ya derrotado y manco,
el refugio perdido
en los mares del sur de mis patrañas,
el osario futuro de mi esqueleto a pelo.


Esta es mi casa,
donde no tengo gatos ni canarios,
ni tortuga siquiera. Sólo
paredes arrugadas,
paraguas que pasean conmigo por la noche,
espejos que se burlan de mí cuando me afeito,
plantas depredadoras que no florecen nunca
pero me besan cuando me ven triste,
guitarras que despiertan mis más bajos instintos
al tocar un acorde menor desaliñado,
cajones destemplados, boinas, copas
dispuestas siempre para cualquier juerga.
Tengo también
un negrito zumbón y muchas hojas
de periódico sueltas, arrugadas
por cualquier titular a tres columnas.


Esta es mi casa,
yo sé que esta es mi casa porque viven
aquí mis personajes,
mi yo, mis heterónimos, mis neuras,
mi chica y mi perrita pequinesa,
mi sombrero y mis trajes,
la cicatriz de todos mis recuerdos,
el lunar de tus besos, la luna de mis sueños,
mis heridas, las marcas de mis venas,
los señuelos del tiempo, mis fantasmas,
aquí viven. Y juegan, y revuelven
con saña los armarios
por mucho que los cierre a cal y canto
(son armarios con cierta mala leche)
una asistenta ya mayor que viene
dos veces por semana,
y eso desde hace siglos, ni se acuerda
si había ya nacido el arquitecto
que diseñó completo el edificio
que, dicen los más viejos, era un hito
para la arquitectura de la época.


Esta es mi casa,
aunque yo no la habito:
ella me habita a mí con sus achaques,
con las continuas crisis pulmonares
de su fontanería,
con sus noches de urgencias y de cristales rotos,
con sus derrames cerebrales y otras derramas
varias (como los partos
múltiples de su comunidad de propietarios);
ella me acosa con su perfil genético
altamente hormonado,
me sorprende en la noche pidiéndome perdón
por esconder las velas cuando se va la luz
(que es algo que sucede con frecuencia),
la tengo todo el día escayolada
y aún así me protesta
y me llena los techos de goteras y grietas.
Me ocupa mucho tiempo esta morada,
ella me habita, sí,
y yo no tengo espacio para tanta vivencia.


Esta es mi casa.
Sé que llegará el tiempo en que habrá que dejarla,
así que hay que empezar a despedirse
de tantos habitantes, y no sé cómo hacerlo.
Me da pena el reloj, el reloj sobre todo,
no he hablado del reloj porque me arriesgo
a dejarme llevar por la nostalgia
de las horas perdidas
(o ganadas, eso nunca se sabe),
un reloj de pared que heredé de mi abuelo
y que nunca dejó de dar las campanadas
claramente a destiempo. Por supuesto,
elevaré una instancia a las autoridades
para que no se olviden
de poner una placa muy cerca de la puerta
que estoy cerrando ahora:
Aquí vivió y murió José Luis Zúñiga,
malogrado poeta.

martes, 20 de enero de 2009

con otros ángeles

Ángel González, in memoriam

Se deshace un acorde entre mis dedos
y me cierran los ojos como si hubiera muerto.

¿Llegará a penetrarme la certeza
de que no estoy aquí, sino en las nubes,
todo y uno flotando con los ángeles?

Escribo mi dolor sin pentagramas:
celeste música.

Tendré que despertar cada mañana.

lunes, 19 de enero de 2009

no procedo de mí

Soy hombre. Mi inmanencia me arrastra confundido
entre la inmensidad de los demás.
Existo. Soy. No hay fuerza que me libre
del cuerpo, de las manos, de los ojos que miran
inquietos pero ciegos, de la boca
que calla las verdades del barquero.
Y nada puedo hacer por remediarlo:
el camino ya está más que trillado,
está ya devastado por hombres y más hombres,
no lo hice yo. Este mundo no es mío,
como tampoco son mías sus palabras.
No puedo decir yo, ni tú, ni él,
ni siquiera vosotros. Sólo queda
el miedo atroz y la vergüenza.
Sólo
la procesión de hormigas hacendosas
en que se han convertido nuestras vidas.

domingo, 18 de enero de 2009

a medias tintas

Hoy todo el día ha sido media tarde.
No un tarde cualquiera:
una tarde de agosto en pleno invierno,
de calor mortecino, soporífero,
aunque sin moscas ni rumor de grillos.
Ha sido todo el día media tarde,
desde al amanecer hasta que bien entrada
la noche he despertado de la siesta.
Por eso hoy, que es domingo, no he ido al cine.
Y lo mismo fue ayer,
sólo que a media noche,
y no era día sábado, sino noche de lunes
que me pasé sentado frente al televisor.
El viernes se me fue
esperando llegar al mediodía,
todo el viernes pasó a media mañana
tomándome un café con un periódico
(me quedé sin comer, es lo que pasa
cuando no pasan horas en el día).
Yo creo que fue el jueves
cuando empezó esta historia extravagante
de vivir a mitad de las jornadas,
porque ahora que recuerdo
el jueves por la tarde sonó el despertador.
Y así será mañana: media mañana, intuyo.
Se me pasa la vida buscando las mitades
que voy dejando a medias día sí y día no.

sábado, 17 de enero de 2009

es lo que hay

Me queda una hora escasa para hacer un poema
en que no hable de nada, de nada en absoluto.
Un poema disuelto, disuelto y disoluto,
me da igual cualquier tema.

No estoy acostumbrado a escribir tan deprisa,
sobre todo si quiero que no tenga sentido
ni objeto alguno el verso. Si es caso algún latido
o una rima concisa.

Así que voy dejando que pase algún minuto,
mientras me toco un grano que tengo en la barbilla
y miro con pereza la mísera cuartilla,
el papel diminuto.

… Y esto es lo que quería. Lo escrito es lo que hay.
Me he esforzado y ya es hora: ya son las doce en punto,
así que no hay que darle más vueltas al asunto.
Ya me cansé, caray.

viernes, 16 de enero de 2009

ir por uves

Verter vides,
vivir vueltas,
volar vientos,
ver veletas,
ventilar vigas,
virar vestigios,
vagar vados
vacíos,
vestir virutas
velar viajes,
viajar voleas,
voltear velas.
Volver: ¿Vamos?

Voy volando,
vasto vértigo.

Vengo vivo,
vino vicio,
vaca verde,
vida vana,
¿Volver?: Vamos.
Vida, ven.

jueves, 15 de enero de 2009

ya está de sobra

Lo recuerdo muy bien:
fue cuando tus pestañas se arrugaron;
el día en que las nubes de tu pelo
formaron cirros blancos
en torno a las paredes desconchadas
de nuestra habitación.
Aquella densa atmósfera
nunca voy a olvidarla.
El portazo, tampoco.
Y qué quieres, ahora
ya revoqué los paramentos
y estáis de sobra aquí
tú, y tu risa esquinada.

miércoles, 14 de enero de 2009

hombre

Teníamos entonces,
año más o año menos,
veintisiete ciruelos por delante.
Tú me diste a probar el fruto verde
de tus ojos negrísimos
y quedaron atrás todos los árboles.
Desde entonces te quiero. Desde entonces
soy yo, hombre escrito por ti.

martes, 13 de enero de 2009

mal de altura

A estas alturas, uno
bien pudiera quedarse
tumbado en su sofá
sin más preocupaciones
que mirarse el ombligo
o cazar gamusinos
a gorrazos,

o fijar la mirada
en el techo (aun a riesgo
de ver cómo se extienden
las goteras),

o enchufarse a la tele,
ver el telediario
y oír cómo nos cuentan
la muerte de esa gente,
y ver cómo los matan
o cuánto sube el paro,
mientras piensas

que a ti te va muy bien
(aunque tal complacencia
no acabe de ser cierta,
por supuesto).

Pero cómo decírtelo:
a estas alturas
la altura me da vértigo
y prefiero bajar a pie de calle
después de darte un beso
virgen, simple,
y decirte: hasta luego,
yo no voy a callarme.

No es cuestión de meterse
debajo de la manta
y cerrar la ventana
a cal y canto; pienso
(algo en verdad exótico
en los tiempos que corren,
tan extraños)

que soy un aventado,
que me dan ventoleras,
que no aguanto sentado
tanto daño,

que prefiero estar loco
(o al menos parecerlo
cuando me dé la gana)
a sentir el complejo
de ser un viejo armario
condenado a ser pasto
de polillas.

A estas alturas, uno
(que ya pasó lo suyo)
no puede permitir
dislate tras dislate
sin que nadie lo pague:
por respeto a uno mismo
y a su sombra.

A estas alturas, no,
ya no estoy para bromas.

(Supongo que no es más
que querer estar vivo,
que saber que estás vivo,
que hay muchas causas justas
que perder todavía,
que los amigos siguen
donde siempre,

frente a los enemigos,
y que no, que no es tiempo
de esconder la cabeza
bajo el ala,

es más bien lo contrario,
hay que gritar –¡gritar!–,
que aún nos quedan palabras
que nunca reventaron,
que sé que no dijimos
y no sé si diremos
algún día.)

lunes, 12 de enero de 2009

ventanas, 2

La gallina pone huevos:
esta noche fui gallina
y puse quiero.

domingo, 11 de enero de 2009

el olor de los versos

Poemas que destilan
olor a sol de invierno.
Versos que desparraman su perfume
de forma caprichosa.
Estrofas que de pronto
huelen a cementerio.
Tus dedos cogen, temblorosos,
el papel y la pluma
y no sabes si vas a estornudar
(si eres, como es el caso, alérgico al perfume)
o no, según tengan el día
los fonemas que buscas con ahínco.
¡Achissss…! Jesús. Son tan raros los versos
que a veces uno piensa
en dejarlos morir en el tintero
y tumbarse en el techo envuelto en sus retruécanos.
Pero nunca lo haces.
Qué duro es este oficio de escribir.

sábado, 10 de enero de 2009

es hora de hacer algo

Tengo penas en el alma
que no las mata el licor.
Entre una cosa y otra,
no acabó bien la cosa.
Tú no quisiste
visitar al siquiatra
y yo no quise
salir del manicomio.
Uno por otro, así acabó la historia.

Entre una cosa y otra
se fueron amustiando
en nuestras bocas
palabras pronunciadas
en los momentos
de todas las euforias.
No sé si alguna vez fueron verdad.

Entre una cosa y otra,
fuimos las marionetas
de una comedia
que alguien nos escribió
para este circo
al que ya no se acerca
ni un puto niño a ver a dos payasos.

Entre una cosa y otra
nunca damos la talla:
somos enanos
en un circo sin carpa.
A la intemperie.
Sin trapecio ni red.
Tal vez nunca estuvimos a la altura.

Entre una cosa y otra
nos crecen los enanos,
tan empeñados
en cerrarnos los pasos,
en enfangarnos
en todas las miserias.
Y tan sólo nos queda la botella.

Entre una cosa y otra
se acabaron las copas,
ya tan sólo nos queda esta botella
que voy a descorchar
antes de emborracharme por completo.
Saca los vasos,
es hora de hacer algo.



viernes, 9 de enero de 2009

de rebajas

Es pura fruslería.
Podría haberse comprado una vitola
o una simple tortilla de patatas,
pero tuvo ese antojo
cuando pasó por la verdulería:
se compró un lechuguino.
No estaba mal de precio: unos setenta
kilos, metro ochenta, cien euros.
Le dijeron
que había estado muchísimo más caro,
pero, claro,
no era cuestión de que se desluciera
en el expositor
cosa tan fina, delicada;
una ligera arruga en la corbata
y el zapato derecho deformado
también contribuyeron
a rebajar el precio.
Un lechuguino,
si se sabe usar bien,
puede dar mucho juego.
Más, por ejemplo, que una muñeca hinchable,
o una cabeza loca, o un diente de león,
o una custodia de oro y pedrería.
Vaya, que, bien pensado,
un lechuguino,
eso sí, genuino,
es lo mejor que puede
comprarse en estos días.

¿Lo envuelvo de regalo, caballero?
No, no, qué va, lo llevo puesto.
Y salió tan contento del mercado
el hombre, ya imbuido
en su nuevo papel de hombre dispuesto
a todo. Desde entonces
no hay sarao que se pierda,
ni baile de disfraces que perdone,
ni entrepierna entrevista
que resista
sus maneras gentiles, sus sutiles
envites, ni sello, ni moneda
ni cromo intercambiable
en que no esté acuñado su impoluto perfil.

Y lo cuento tal cual,
por más que piense
que yo estaba mejor en la nevera
en la que me guardó mi última chica
después de aquella fiesta que fue mi perdición.
No acabo de encontrarme
en esta condición de lechuguino errante.

jueves, 8 de enero de 2009

Juegos de palabras

Debemos horadar las madrugadas
para encontrar la luz de anochecida.
Nuestra mortaja
es sólo la crisálida
que renace sin pausa.

Serpiente alada somos, ouroboro
que devora su cuerpo y se vomita.
Nuestro alimento
es nuestro propio cuerpo
desmembrado en el lecho.

Se desgarran los cuerpos fieramente
antes de unirse en cópula perfecta.
Nuestro silencio
sólo augura el comienzo
de otra lucha sin tregua.

No existe juego alguno de palabras
que combine tu cuerpo con el mío.
Nuestro palíndromo
será siempre el silencio
que se muerde la cola.

miércoles, 7 de enero de 2009

jirabiraka (la rueda)

Otra excepción: me parece que este poema traspapelado tiene su sitio aquí.
Ante el tiempo implacable que forjó mis destinos,


prestamista usurero de perdones o gracias,
ante todos los hombres que conmigo corrieron
me declaro vencido.

Hoy he alcanzado a un tiempo la miseria y la luz.
Tantos años corriendo sin descanso ni tregua
para acabar sabiendo sin engaño posible
que no iba a ningún sitio.

Empecé siendo niño: me pusieron la meta
y la asumí sin darme ni tiempo de pensar;
luego seguí, alocado, la jornada a destajo
Y devoraba polvo. Y devoraba sal.

Aquí llegué. Minutos, siglos, segundos: nada.
La cinta de salida, la cinta de llegada...,
eran la misma cinta. Siempre caminé en círculo.
Me declaro vencido. Digo
que he descubierto el pulso de mis entrañas todas
en el preciso, exacto momento en que paraba
el reloj su centésima.

Terrible paradoja que ahora deba
sentarme a descansar.

martes, 6 de enero de 2009

hoja de ruta

No es más que otra derrota
esta aventura que ahora te propongo.
En tus ojos lo atisbo,
como ves tú en lo míos
la sal de tantos mares naufragados.

Dime otra vez que no.

Cuadernos de bitácora
hemos perdido muchos en la vida.
No sé. Nunca tuvimos
el favor de los vientos,
pero tampoco fue tanta la pérdida.

Dime otra vez que no.

Ahora, ya con el tiempo
cargando estas espaldas doloridas,
proyecto nuevos rumbos,
trazo una hoja de ruta
de incierto itinerario, y tú te callas.

Dime otra vez que no.

Ya sé que está la nave
atracada en el puerto, a buen recaudo
de torvos oleajes,
y que este fue tu sueño
desde aquel, ya remoto, primer viaje.

Dime otra vez que no.

Ya sé que no es momento
de dejarse llevar por cualquier pálpito
y eso es lo que te ofrezco,
y tú aprietas los dientes
y te tragas tu propio sacrilegio.

Dime otra vez que no.

Ya sé que no hay historias
que valgan lo que vale ese momento
en que tus labios buscan
con sosiego mis labios
sin tener que escrutar el firmamento.

Dime otra vez que no.

Desventurados piensas
los días que nos quedan. Las mareas
se agitan en tus ojos
con abisal tristeza,
y en los míos son lágrimas ajenas.

Dime otra vez que no.

Dime otra vez que no,
y emprenderé mi viaje solitario:
ya no tengo argumentos,
ya no puedo pedirte
que compartas conmigo más naufragios.

Dime otra vez que no.

lunes, 5 de enero de 2009

cuestión de gramática

¿Y cómo conjugar el verbo
ser
sin agitar
los miedos que pasaron
y que habrán de volver
(eso es seguro)?
¿Pretérito perfecto, subjuntivo,
pluscuamperfecto incluso,
en primera persona del plural?
Si osara
hacerlo ahora, en vano
hubiera sido tanto esfuerzo
por apagar la luz de las palabras,
los rescoldos de cada primavera,
las mareas de todos los veranos,
el celaje que cada otoño viene
a impregnarme con su melancolía,
las altas cumbres preñadas de neveros
que cada invierno sueño.
Sería como hacer
de las cuatro estaciones giratorias
las catorce estaciones del calvario.
No. Prefiero
declinar rosa-rosæ,
aunque tampoco ayude
tal ejercicio de declinaciones
a ahuyentar los fantasmas
hoscos, atolodrados
que ofuscan mi cabeza.
Os conjuro
a no conjugar más:
¡Viva la tabla de multiplicar,
el principio de Arquímedes,
las líneas isobaras,
la mecánica cuántica!
Todo
lo que no sea conjugable
aunque decline un poco.

domingo, 4 de enero de 2009

sobre las colas

Esta excepción, a Blu. No he pododo evitarlo

Esta noche he reventado un cisne
porque ayer hice cola en un bareto.

Fumas un cigarrillo, suena el móvil,
te pones otro whisky,
no ha sido un día de ésos
que recuerdes como algo memorable,
pero te vas de marcha
para ver si la suerte, tan voluble,
deja de ser esquiva.
Y luego, ya se sabe:
no sé si me compensa
pasarme tanta noche haciendo cola
para que luego acaben
tirándome a la cara
un ginger ale con ron.
Me gusta susurrar, y sólo grito.
Quiero sentir un brazo amigo
apoyarse en mi hombro,
dejar pasar la noche entre volutas de humo,
entre conversaciones sobre nada
importante, pero nuestro,
arrancando a jirones nuestras vidas inútiles
y sintiendo que queda alguna huella
de otra piel en mi piel.
Pero me paso el día haciendo colas
y gritando a destiempo.

Y así pasa la vida, y así escribo
estos versos que salieron del alma:
esta noche he reventado un cisne
porque ayer hice cola en un bareto.
Qué le vamos a hacer.

sábado, 3 de enero de 2009

naturaleza muerta

Camina distraído el caminante
bajo este sol de invierno.
Por momentos detiene su andadura,
se inclina y escudriña
un latido levísimo en las ramas
aún teñidas de escarcha en plena luz.

No encuentra nada.

Esta mañana
se despertó dispuesto a plantearse
ciertas cuestiones nimias
en modo alguno exentas de misterio:
¿Por qué muere una flor? ¿Por qué se acaba un día?
¿Por qué ahuyentamos moscas? ¿Por qué nadie
besa en el ascensor a los vecinos?
Por qué, por qué, por qué.

No sabe nada.

Pregunta a un estornino, que alza el vuelo
como si se asustara; le susurra
a una garza dormida, que resulta
ser un gazapo muerto; una tortuga
cierra el caparazón desconfiada.
Y no encuentra respuesta
en la naturaleza muerta de diciembre.

No entiende nada.

Aún no despunta el alba y ya es de noche.
Un enjambre de dudas cartesianas
abruma al caminante.
Cogito, ergo sum. Qué gran mentira.

Somos
lo que soñamos.

viernes, 2 de enero de 2009

sinrazón

Tuve razón un día
por equivocación.
Tener razón es algo
que debiera prohibirse
por decreto.

jueves, 1 de enero de 2009

ventanas, 1

Pasó un año y se fueron
igual que si pasara
un tren de mercancías.