Ciertas noches no sirven los fotones
ni como tema de conversación.
Ciertas noches (sin ir más lejos, hoy)
sólo sirven las buenas compañías,
la simple voz que cuenta cómo le va la vida
y te pregunta o no, pero te escucha;
sirven las caminatas por callejuelas húmedas,
la esquina que ilumina una farola rota,
el cigarrillo de las confidencias,
los burdeles vacíos de un sábado en la noche.
Ciertas noches no sirven los fotones,
con un hasta mañana va de sobra.
Ciertas noches dan pena. Pero la noche avanza
y te sientes a gusto entre nuevos abrazos,
entre gente que vive, que respira contigo
sin tú saberlo apenas. Y entonces te das cuenta
de la futilidad de los fotones.
Puedo hablar de fotones con cierta autoridad,
pero prefiero hablar del pan con queso
que es mucho más amable. Quede claro
que me gusta la gente propensa a la ternura,
sencilla, transparente: nunca doble.
Normalmente, en este juego de vivir la vida,
me juego el corazón a todo o nada
y pierdo siempre, menos cuando gano.
Hoy me tocó ganar. Otros perdieron.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 11 horas
3 comentarios:
Bravo!
Te leo en la próxima partícula
Hola, me llamo amparo y llego aquí desde el blog de Enol y te saludo.
Te leeré.
De partícula en partícula, avanzamos y retrocedemos, amiga Eva.
Gusto en saludarte, y bss.
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