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Fluye el río de aguas mansas
en pos del cercano ocaso,
sin tumbas que lo amortigüen
ni cipreses en el páramo.
El aire, que ya no es aire,
arrastra densos presagios
que inquietan al caminante.
¡Ay, qué aliento en el costado!
¡Ay, en el centro qué llagas!
Los muertos, los olvidados,
los perros de mala baba,
los sanguinarios, los bárbaros,
forman de a tres. Frente a frente,
la muralla va cercándolo
con sus llagas en el centro
y su aliento descentrado.
Los puños se despellejan.
Cae la noche. Sigue andando
bajo un cielo sin estrellas.
El camino se ha estrellado.
¿Qué oscuridades te aguardan,
caminante? No hay camino.
Ni mares. Ni cementerios.
Ni olivares.
Sólo atino
a pisar cantos rodados,
no piedras de bravo filo
que pudieran desangrarme
tanta sangre que me ha herido,
no rastrojos inclementes,
no aguijones de cuchillos
acerados, no alacranes
venenosos. Sólo piso
caminos de caminantes
que no van a ningún sitio.
Sólo un rumor me acompaña
donde debiera haber gritos
de rabia, de tanta furia,
de tanto dolor cansino.
¡Dónde, dónde el cementerio
que acoja mis restos tibios!
Perdido está el caminante
sin remedio, está perdido.
miércoles, 31 de marzo de 2010
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19 comentarios:
cómo te veo, mira que no lo había pensado, y corrígeme si hace falta, el rastro de antonio machado, hay un montón de imágenes que evocan lo suyo
No te corrijo, Santiago. De hecho el romance comienza (ver entrega 1) con una cita de Machado. Lo que no sabía yo al comenzar es que iba a seguir por estos derroteros. Se ve que tengo a Machado muy adentro, de siempre ha sido para mí un referente.
Gracias por tu comentario. Un abrazo.
Coincido en pensar en Machado camino de Francia.
Y en esa sensacion de naufragio que acompaña ese caminar de caminantes que no van a ningun sitio...porque a donde queria ir es de donde vienen.
El comentario de Jorge me ha iluminado. No había caído en la imagen de Machado camino del exilio y, ahora, releo las tres partes en esta clave y todo me resulta muy coherente. Machado y, supongo, cualquier otro que, como él, se alejaba sin acercarse a ningún lugar. La paradoja por fin resuelta, solo la muerte tiene la respuesta.
Me gusta, sobre todo (y hay muchas cosas que me gustan) el tono tranquilo con el que se relata la tragedia, tan sólo roto en la última parte en la forma justa para teñir, tan solo teñir, todo el romance. Igual que una sóla gota de tinta cambia todo un vaso de agua.
Sin miedo de caer en el tópico, genial, maestro Zúñiga.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo leyendo tu poema.
Haces sentir, sabes?
Besos, amigo
El Milago de san Genaro. Sándor Márai.
No sé si todavía en las librerías de España.
La densísima y condensada historia de alguien que no se atrevió o no pudo hacer camino.
Bien cerrado, José. Me gustó. Decirte que me quedan un par de ejemplares de Matasellos aquí en Avilés y que te puedo mandar uno. En el próximo e-mail intercambiamos direcciones para llevar a cabo ese trueque. Vamos y vemos con calma: seguimos por la buena senda. Y con Salud mental y física, así, en mayúsculas. Un abrazo.
Ya se acabó, Jesús. Ahora queda cuajar las piezas y recomponerlas, pero ese es ya otro cantar.
Abrazo
Bueno, Jorge, entre Santi y tú vais iluminando no sólo a Rafael, sino también a mí. Ojalá quede este romance como homenaje al gran Machado.
Abrazo.
Si te digo la verdad, Rafael, cuando empecé este romance no tenía más que una idea: terminarlos de forma digna, como un puro ejercicio sobre la base de aquella entrada que hablaba de romances y sonetos. La cita de Machado me vino a la cabeza por ser octosílabos, no pensé otra cosa. Pero empecé con caminos, claro… Luego, sin yo saberlo, Machado se adueñó del poema: es como si contara su último viaje, su desgarro. Y además, como dice Santiago, se cuelan por aquí y por allá claras referencias machadianas. Ahora soy consciente, ya al acabarlo, no antes (un poco como te ha pasado a ti). Y me alegro de que así haya resultado, me siento muy identificado con ese caminante (bueno, el giro hacia el final a la primera persona ya no es casual). Pocas veces es tan cierto como en esta ocasión que es el poema quien ha guiado la pluma del que escribe, y no al revés.
Un abrazo.
Creo que la máxima aspiración de quien escribe es hacer sentir.
Gracias, Emibel.
Pero mi caminante sí emprende el camino, Beatriz. Tal vez estaría mejor traído aqui el viaje a ninguna parte.
Pues esto ga sido como una especie de parto, Adolfo, así que si te parece que he conseguido cerrarlo bien me das una alegría.
OK, a tu dispo.
Pues yo creo que lo has terminado muy bien. Aunque en este caso, la palabra "terminado" no sé si le va, le queda un largo sendero a tu caminante, aunque no tenga brújula, ni estrella Polar que lo guíe.
Me ha venido a la memeoria un refrán que oí hace muy poco y que me ha hecho pensar mucho: "Tanto remar pa' morir en la orilla".
Un abrazo, he vuelto a leerlo todos seguidos, me gustan...
Gracias por ese seguimiento, Virgi, por esa relectura (en los blogs ya se sabe que hay poco tiempo para detenerse) y por esas palabras.
Bs.
Estupendo Zú, me lo guardo.
Vale, Ble, guárdalo como oro en caño (sic)
bs.
Me ha gustado que lo que empezó como un ejercicio se convirtiera en otra cosa, un camino hacia la poesía, por lo menos, una evocación machadiana de Machado, un pensar el hombre que sos y que somos, en un encuentro entre el ritmo y la vida.
Un abrazo
Es tal como lo dices, Leonardo. Y estoy contento de que la poesía "me escriba", esta vez ha sido así, me he dejado llevar. En público y en directo, que mola más.
Un abrazo.
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