vigilas sin descanso más allá de las olas
que revientan con fuerza cerca de alguna costa
que es tuya y no es de nadie:
cómo saber qué piensas a estas horas.
[a qué oscuros terrores invoca la mañana]
Vigilas día y noche tu nicho, a veces alguien
se llega a descubrir qué estás mirando.
Tú lo cobijas como si fuera un ave,
[para que puedan descansar mis manos y el eco de la brisa]
tienes
la quemadura puesta y qué le vas a hacer.
Vigila, vigilante. No va a venir el barco
y tú lo sabes. Araña el ventanuco
mientras llega la máquina que esperas, tan feroz.
***
(Cuando el frío se fue con las mayúsculas desesperaba ya de volver a encontrarte, meretriz, con el invierno todo vuelve a ser nuestro como antes, todo minúsculo, nos tumbamos descalzos en el parque y allí comimos y eyaculamos mierda; era otra España).
2 comentarios:
José, por fin vengo, perdoname este tiempo sin veni por favor.
'para que puedan descansar mis manos y el eco de la brisa'
qué bonito! José
inquietante este poema y todo lo que en él transmites.
A ver si nos vemos que ya no puede ser tanto descontrol por mi parte!
Muchos besos para ti José,
Inés, tú siempre eres querida y bienvenida. Y no hay nada que perdonar, faltaría más, aunque confieso que hubo un tiempo que esperaba tu comentario diario con ilusión.
Hoy pondré fin a los comentarios, cosas...
Bs.
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