domingo, 17 de enero de 2010

judería

somos novios
Estamos lejos, dijo.

En el momento aquel, cuando lo dijo, no era del todo falso. Otras veces, muchas veces, decía que estaban lejos y era absolutamente mentira. Aquella tarde no era tan absoluta la mentira, porque llovía, la verdad, llovía, y él estaba al otro extremo de la calle, y ella también estaba al otro extremo, pero al otro. Lejos, al fin y al cabo. Estamos lejos.

Y dijo: qué cerca estamos hoy.

Mentía nuevamente, simplemente ignoraba el puente romano, diecinueve ojos de puente sobre el Guadalquivir; ella, en la Calahorra; él, en San Rafael. Y doscientas columnas de mezquina ignorancia. Se calló, ella. Entonces los lagartos salieron del letargo y todo lo invadieron.

Dice: está muy rico esto.

Dice: toma, verás qué bueno.

Dice: somos novios.

El rayo fulgurante rompió un cielo que ya estaba bastante destrozado. Sonó un móvil. Se dio por aludido y acabóse.


casa de Deanes
Tres veces no. No, no y no. Ha sido un acto espontáneo, nunca se imaginó capaz de tal hazaña. No. Tres veces no. Lejos de aquel instante es difícil comprenderlo. Salió al patio. Corría el agua hacia el aljibe. Los tres arcos del fondo daban sombra de rejas. Los tres arcos de atrás no los veía. Del resto de los arcos, tres a cada lado del cuadrado, emanaban ronquidos y suspiros. Acercó a las macetas una silla, y acercó a la tumbona una pistola, y a la pistola le acercó una bala, y entonces sucedió. Cayó una gota, se ocultó la luna.

Quién ha sido. No hay nadie.

Sí, había alguien. Anatole France, con su inconmensurable humanidad, corrió como una sombra a través de los muros. Entonces fue cuando se hundió en el pozo la pistola, sonaron los tres cuartos en la campana de la torre y dijo: no. Y volvió a decir no. Y por tercera vez dijo que no.

Luego ladró el mastín.

2 comentarios:

ZenyZero dijo...

Cuántos novios habrán visto los arcos, los que eran y no eran. Retinas sombrías, testigos de todas las traiciones.

Me ha gustado
Un abrazo
Chuff!!

Jose Zúñiga dijo...

Esos ojos del puente son discretos sin duda, Zen. Y Córdoba muy bella.
Abrazo.