Embridan
el alborozo del cristal tus manos,
manos de sordomuda, manos célibes,
anémonas ahogadas en la quietud del claustro.
Oh, quién pudiera atesorar sus índices,
las uñas transparentes,
todos los caballeros de la mano en el pecho
de envidia morirían.
Caballos cabalgando
en el centro nocturno de los sueños.
Lágrimas
que jamás serán luna:
difuminan las manos todos los horizontes.
Gilbert Becaud te conoció borracha
palpando soledades en St. Germain des Près.
Tes mains. Un tanto disoluta tu vida
en aquel tiempo,
quebrar gargantas ahuyentar espasmos,
al fin llegaste al hospital oscuro de les Halles.
Nada se pudo hacer
para salvar tus manos de la extrema agonía.
Pero (fue al tercer día) en el corazón mismo
de las flores naciste nuevamente.
Y yo adoro tus manos como se adora al sol.
Y yo bebo en el profundo cuenco de tus manos agua.
Y en tus manos esboza una plegaria el viento.
Y tus manos acogen los pétalos más suaves.
Porque todas las rosas del universo han ido
a perfumar tus manos.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 1 día
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