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Qué risa, tía Felisa.
Hoy tiré una camisa
roja a la basura
(a pesar de ser roja)
y crecieron ladrillos
con rastros de grafiti
y un cierto afán de estar
en todas partes.
Recogí la camisa
de nuevo, levanté
un muro invulnerable
a las meadas,
revoqué
la fachada, di el gran salto
y me sentí en la gloria.
Es lo que tienen
las camisetas rojas:
las rijosas camisas,
como los gui-ones
o los agui-jones
o las reflex-iones
o las sinra.zones
o los pelo-tones
no acaban
de sentarme bien.
Ahora está ya claro.
Me voy a dormir.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 2 días
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