miércoles, 2 de diciembre de 2009

teoría impertinente de la lectura


No acostumbro a poner aquí más que mis poemables. Hago hoy excepción con este artículo de Luis García Montero. Me parece que vale la pena.

(…)

A veces siento que el ser humano no se caracteriza por su capacidad de pensar, sino por su capacidad de dividirse, de hacerse presente o de borrarse según las necesidades de su deseo y su conciencia. Por eso me parece decisiva la operación de leer como metáfora de una reivindicación decente de la modernidad. Copio unas palabras de Edward W. Said, de su libro Humanismo y crítica democrática (Debate, 2008): "La realidad de la lectura es, ante todo, un acto de emancipación e ilustración humana, quizá modesto, pero que transforma y realza nuestro conocimiento en aras de algo diferente del reduccionismo, el cinismo o el estéril mantenerse al margen".

Las formas del dogmatismo actual, más allá de las ideologías totalitarias, tienen mucho que ver con la reducción de los matices del mundo a breves titulares que sirven para imponer opiniones y simplificar la realidad, haciendo imposible un verdadero uso de la conciencia individual. Los dogmas de hoy dependen con frecuencia de las nuevas velocidades de la información. La invitación al cinismo, el deseo de relativizarlo todo, suele ser el camino de las inteligencias que juegan a destruir las ilusiones colectivas.

Como hacía el poeta Campoamor contra el liberalismo romántico, los cínicos, más que defender sus ideas reaccionarias, se limitan a ridiculizar las apuestas optimistas. Confieso que el cinismo, como disfraz del pensamiento reaccionario, me molesta incluso más que la pretendida pureza de los que se mantienen al margen y se lavan las manos. A los puros, es decir, a los inquisidores actuales, no les preparan el terreno los sacerdotes, sino el cinismo.

No es, por tanto, asunto menor la reivindicación de la lectura si sirve para defender la emancipación humana en contra de los dogmáticos, los cínicos y los puros. Hay que tomarse en serio una pasión de entrega atenta a las palabras del otro, que tiene como resultado último la confirmación independiente de la realidad personal. Observo a mi hija mientras lee. Está aquí y en otro lugar, es ella más que nunca, porque descubre sus sentimientos, y es al mismo tiempo otro. Cada lector se ha formado gracias a las palabras de muchos autores, que también llegaron a conocerse a sí mismos cuando organizaron sus palabras, sus ideas y sus sentimientos para establecer un diálogo con sus lectores. ¿A qué se parecen las operaciones de leer y escribir? A ponerse en el lugar del otro, quiero decir, por ejemplo, a cuidar a una hija o a un familiar enfermo. Sólo descubrimos lo que hay en nosotros mismos cuando nos desdoblamos para cuidar al otro.

(…)

La pérdida de prestigio social de las humanidades ha provocado un sentimiento de culpa entre sus disciplinas y un deseo de imitar a las ciencias. Una sucesión de pretendidos métodos científicos marca desde hace años los rumbos de las teorías literarias. Los métodos nacen, crecen, se reproducen y mueren con la pretensión de aportar una verdad científica al conocimiento de la literatura. Se sienten fuertes al aplicar un protocolo y utilizar un vocabulario tecnológico de muy dudoso gusto.

Estoy convencido de la importancia de la teoría literaria, pero estoy convencido también de que ninguna pretensión científica es más importante que la capacidad personal de lectura, la solitaria pasión con la que Leo Spitzer, Roman Jakobson, Roland Barthes, Dámaso Alonso o Fernando Lázaro Carreter supieron leer. No los admiro por científicos objetivos, sino porque con una soledad cuidadosa supieron hacer en su despacho, ante una página de Garcilaso o Baudelaire, lo mismo que ahora hace mi hija con sus ojos adolescentes.

Ante la certeza de los dogmas y la homologación de las conciencias, tal vez haya que darle hoy su completo significado histórico a la emoción del lector. La soledad compartida de alguien que lee unos versos o una narración, alguien que pide tiempo para vivir cada palabra hasta hacerse dueño de sus propias opiniones, es la mayor ofensa que podemos hacerle a un economicismo desalmado que cuenta con poderosísimos mecanismos tecnológicos de control de las conciencias y que liquida los espacios públicos, suprimiendo los textos y las plazas, es decir, los lugares donde los individuos, sin renunciar a ser ellos mismos, borran un poco sus identidades concretas para convertirse en ciudadanos.

Oponerse al progreso de la ciencia y la tecnología es simplemente reaccionario. Pero eso no significa olvidar el sentido de las humanidades, o asumir una definición tecnológica del futuro. La ciencia no puede perder la raíz de su pacto humanista. Quizá ser moderno, más que llenar las costumbres de vocabulario desarrollista, consista es ser capaces de volver a formular un contrato social adaptado a los nuevos tiempos. Y para firmar un contrato conviene leerlo todo, hasta la letra pequeña de los documentos. Así lo siento cuando pienso en el futuro, mientras observo la impertinente soledad de mi hija que lee, rodeada de gente, en una playa del sur.

LUIS GARCÍA MONTERO 16/08/2009






5 comentarios:

Neorrabioso dijo...

Qué interesante, sobre todo lo del cinismo y la hibridación ciencia-humanismo final. Este hombre tiene un cráneo muy bueno; como poeta me gusta pero no me arrebata, pero todos sus artículos o ensayos me parecen de un nivel alto.

Abrazos.

Hasta pronto.

Neorrabioso dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Jose Zúñiga dijo...

Coincidimos, Batania. Claro, si no coincidiera no habrí colgado el aartículo de Gº Montero. Hoy me pareció especialmente oportuno.
Un abrazo.

Bletisa dijo...

Nada hay más exclusivamente humano y con la única intención de comunicarse con los otros que leer y escribir. Ningún otro ser lo hace y por lo tanto el sentido de las humanidades permanece intacto desde que el hombre es hombre.
Yo creo que solo es cuestión de adaptar los métodos más que el contrato social pero para luego saltárselos como se ha hecho siempre y aportar novedades únicas que nos hagan avanzar como también se ha hecho siempre..
Vamos, humanidad pura.

Zu dijo...

Ole Bletisa.