viernes, 13 de marzo de 2009

leo en la cama

Hace bastante tiempo que no abro ningún libro.
Leo tu cuerpo y basta. La lectura de cuerpos
proporciona placeres ciertamente carnales,
pero también cultiva el intelecto.
Paso con parsimonia cada página
y en ellas me demoro. Unas hablan de mares
y tesoros ocultos, otras guardan
argumentos que nadie ha imaginado antes.
Hay líneas que pudieran ser de novela negra
y otras que están repletas de aventuras o viajes
a rincones que tienen el blanco de tu blanco
y nada más. No es poco. Yo aprendo a cada instante
texturas que no tienen los papeles,
son texturas de piel en viva carne.
Y me gusta su olor, el olor a librero
de las estanterías de tu cuerpo. A veces
cierro el libro de golpe y te me enfadas,
pero lo más frecuente es que me duerma
con lentitud, sin prisa alguna, entrando
en el sueño contigo y con tus lomos.
Tu cuerpo es un relato interminable.
Y como cualquier cuento de aventuras
de los que frecuentaba antes de ti,
no quiero que se acabe.

2 comentarios:

dijo...

bendita la prosa que se puede leer así...

Jose Zúñiga dijo...

Pues me voy a leer un poco, Perla.