Sé que soy un ladrón. Robo tu tiempo.
No este tiempo de ahora:
el de todos los años que pasaron
en búsquedas y afanes
para poder gozar con todo el cuerpo
de algo que no es guitarra, sino amante.
Y más que amante: vida.
Sé que soy un ladrón. Robo tu empeño
de escribir sin borrones,
de intentar lo perfecto en lo que emprendes
y de sufrir por ello
la incomprensión de los que se conforman,
siempre en la cuerda floja.
Sé que soy un ladrón. Robo los planos
de tu casa, y quiero
hacer tejados sin echar cimientos.
Te pido atajos
que no sabes muy bien adónde llevan
sin antes aprenderme la escala pentatónica.
Sé que soy un ladrón. Robo tus manos,
los callos de sus yemas.
Tampoco pienso que te robe tanto,
porque no tiene precio
lo que intentamos juntos cada día:
perseguir imposibles. Por ejemplo,
hacer que los sarmientos de mis dedos
corran como gacelas sobre cuerdas metálicas.
Sé que soy un ladrón,
un copista frustrado frente a un cuadro
de Goya, un muñidor
de músicas inciertas. Y sí, robo tu tiempo,
porque sé, como sabes, que ya el mío
comienza a evaporarse.
Debo encontrar atajos, ver el bosque
incluso sin ver árboles,
atarme bien los machos, ser humilde,
resignar lo perfecto.
Y debo recordar cada mañana
a quienes me sostienen con su aliento.
Hoy te ha tocado a ti: ladrón esquivo,
doy gracias al maestro y al amigo.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 19 horas
2 comentarios:
Jo, yo quiero ser tu profesor/a. Y encima das una lección de vida.
Bueno, anónimo amigo/a, por ahora no necesito, profesor. Y tampoco doy lecciones...
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