Los hijos de los hijos de mis hijos
poco sabrán de mí. Ando trepando
por mi árbol genealógico
y es harto complicado alcanzar mis orígenes.
Vengo del paraíso, eso está claro,
y soy un pecador empedernido, tanto
que con frecuencia sufro fuertes cólicos
de manzanas podridas, venenosas.
Es muy probable que acabe en los infiernos
con una hoja de parra.
Los hijos de los hijos de mis hijos
deberán afanarse en rastrear las huellas
de un difunto enterrado en códigos binarios.
Yo tengo el blanco y negro, el color sepia,
ellos no tendrán nada. Y mis cenizas,
ya lo he dejado escrito, serán pasto
de ratas en las alcantarillas de mi pueblo.
Pero esto es tan grotesco…
Los hijos de los hijos de mis hijos
acabarán en el bosón de Higgs,
perdidos en el tiempo, guardianes
de las puertas de Orión. Encadenados.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 19 horas
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