Tengo un porqué y un no en el cuarto peldaño,
ése que siempre cruje después de los fragores.
Me rechinan los dientes cada vez que detengo
mis pasos justo ahí, todos los días,
cuando voy, cuando vuelvo
y rebusco y no encuentro ningún mensaje tuyo
en la basura llena de noes y porqués.
¿Soy hombre de uñas negras, dentadura de lobo,
torva mirada, abrigo
de forro descosido? Tal vez. En la estación
los trenes siempre pasan de largo cuando espero,
aunque tenga reserva de clase preferente.
Siempre fui así, nunca he engañado a nadie.
Aquel primer encuentro en el cuarto alquilado
donde apartamos bártulos y ahuecamos almohadas,
música celestial. Fuiste primero amable,
tosca enseguida, un tanto displicente después,
finalmente me viste como un bártulo más.
Es el cuarto peldaño el que me cruje,
aunque no hay escaleras ni ascensor en la casa
que me habita después de tantos años.
Sigo guardando mi porqué, mi no,
que será la respuesta a ese mensaje tuyo
que nunca llegará. Hoy me he duchado
y espero con mi rictus que pasen muchas horas
antes de deshacerme de todos los fulgores
que inútilmente escondo para ti, mi gran dama.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 22 horas
2 comentarios:
Qué bonito, che! Imágenes y metáforas, para elegir...Un gusto leerlo.
Y trata de arreglar ese cuarto escalón.
Buenas noches. Soco
El caso es que no existe, el escalón. A no ser en mi estómago...
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