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Me gustó la pistola
aunque aquel año
había pedido
una pelota.
Para el año siguiente
pedí bolos
y me trajeron
balas.
Procurando acertar
(ya iba creciendo),
en reyes sucesivos
pedí coches,
garajes,
algún libro.
Nunca acertaba.
Y así fue año tras año
hasta que, ya mayor,
pedí una diana humana:
di de pleno.
Entonces
olvidé mi inocencia
para seguir viviendo
sin oprobios.
Ahora soy uno de ellos.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 2 días
14 comentarios:
Por pedir que no quede. Quien siempre obtiene lo que pide no creo que sea muy feliz.
Desear es imprescindible para guardar cierta madurez.
Un abrazo.
Chuff!!
pues a mi me gustaba una muñeca de trapo con el pelo azul y nunca me la trajeron, ya se sabe lo que pasa con la realidad
beso
joder, he conseguido pillar el mensaje del texto, y amén de recuerdos en la infancia, eres duro maestro zu, duro y contundente, aun así, que carajo, me gusta.
joder, he conseguido pillar el mensaje del texto, y amén de recuerdos en la infancia, eres duro maestro zu, duro y contundente, aun así, que carajo, me gusta.
Lo peor es que la decepción pueda convertirse en costumbre, Zen.
Un abrazo chuff!
La dura realidad, la realidad de los sueños, Ana.
Esa es la idea, voltios, ser elíptico escribiendo obvio.
No es duro, creo: pasa mucho, eso sí.
volvamos a la inocencia es lo único real q nos deja la vida...
un beso
Venga, que tú solo pedias libros.
Gilipollas
Yo creo queya estarde, Silvia. Almenos para mí, incluso aunque me tenga por infantil.
Bs.
De Salgari, Pepe, y alguno lo debes tener tú.
Vamos a ver, hilando tópicos y trópicos: por pedir que no quede (como dice ZenyZero ¿redundante?), no te quedes con las ganas, ganar no es importante, lo importante es... (¡no me jodas, Carrascal!); de ilusión también se bebe y el que resiste gana; ¿quién habla de victorias?, sobreponerse es todo (esto lo dijo RMR); los reyes son los padres... incluso cuando llueve; de aquellos lodos, éstos; y estos son mis poderes; la infancia es la coartada más difícil de creer: al fin y al cabo, a nadie le importa de verdad quién cometió el crimen. Y si te traen carbón, que sea macho.
Creo que hoy más que de tópicos o trópicos va de tropos (DRAE: Empleo de las palabras en sentido distinto del que propiamente les corresponde, pero que tiene con este alguna conexión, correspondencia o semejanza. El tropo comprende la sinécdoque, la metonimia y la metáfora en todas sus variedades):
"La valentía se mueve, pues, en el campo de la inteligencia creadora, que aspira a superar nuestra naturaleza animal, a bailar sobre nuestros propios hombros, como decía Nietzsche. Lo nuestro no es “sobre-vivir” sino “super-vivir”. Esto no quiere decir por encima de nuestras posibilidades, lo que sería quimérico, sino por encima de nuestras realidades. Lo nuestro es aspirar a un proyecto de vida que, antes de existir en la realidad, sólo existe en nuestra mente. Ningún hombre –en estado natural- puede saltar más de dos metros de altura, ni volar, ni trepar la cima del Everest (…).
No estoy hablando de un orgullo estúpido, porque nuestras limitaciones son bastante evidentes. El frágil Rilke lo dijo: “¿Quién habla de victorias? Sobreponerse es todo”. ‘Uberstehn ist alles’. ¡Qué palabra tan misteriosa! ‘Sobreponerse’. Ponernos, como podamos, por encima de nosotros mismos. No se trata de ‘aguantar’ al enemigo, sino de ‘aguantarnos’. ¿De qué estamos hablando cuando decimos: Es que no me soporto? ¿Quién es el yo soportante y el yo soportado?"
JOSÉ ANTONIO MARINA,
‘ANATOMÍA DEL MIEDO’, 2006
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