Escucha a los amigos que le dicen
que deje de beber noche tras noche
en los garitos turbios de las grandes
ciudades repletas de autopistas,
no merece la pena, así es la vida,
bebed conmigo, imbéciles, responde.
Y los amigos miran a otra parte,
no va con ellos tanta indisciplina.
Así, no escucha más que los silencios
de la barra del bar, en otro sitio,
lejos de los amigos que quisieron
salvarle del infierno. Pero tiene
lumbre en los ojos que antes eran piedra
y alguna gente buena que le abraza
cuando le ve contento en armonía
con los chopos –sus amigos decían–
que señalan el cauce de su muerte
y el cementerio chico en que le aguardan
su Leonor y el olmo viejo hendido.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 12 horas
2 comentarios:
José, tu poema encierra una y mil historias
qué profundo tu poema, se siente.
un beso
Amiga, es la pura verdad. Entre chopos y olmos, así vamos. Y con buenos amigos, siempre.
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