Pudo ser una tarde histórica
para este chaval sevillano
pero se lo impidió el mal manejo
del estoque,
que le cerró a cal y canto
una puerta grande
que tenía abierta
de par en par
por su valor desmedido,
por su quietud
escalofriante, por su perfecta
colocación, por la gracia
sevillana de su toreo y,
señoras y señores,
porque clava
las zapatillas en la arena
y no las mueve pase lo que pase.
Y eso que toda la tarde
hizo un vendaval de espanto
que convirtió los engaños
en banderolas.
Pero, amigos,
cuando se quiere triunfar,
no hay ráfaga que resista.
Cuando hay torero dispuesto
a morir para alcanzar
la gloria,
hasta los vientos se achican
y parecen
refugiarse tras las tablas.
Y es que ayer Daniel Luque llegó
a Madrid a mostrar que es torero
de una pieza. Ahí
quedan para el recuerdo
las tandas extraordinarias
de derechazos, cruzado
siempre,
dos kirikikis, y un pase
del desprecio, y un recorte,
y un molinete, y grandiosos
pases de pecho incendiaron
la plaza de Las Ventas.
Llegó, entonces,
el silencio emocionante
cuando se perfiló para matar.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 10 horas
2 comentarios:
Este es el que más me ha gustado. Me parece que apuntabas que sería el último. Como cierre no estaría mal, con esos tres últimos versos tan trascendentes...
Me estoy dando cuenta de que esto de cortar versos es tarea de sastre con oficio, y que si se tiene, hasta de unos trapos de cocina se saca un traje dominguero.
Saludos, maestro.
No se hable más, Rafael, ahí lo dejamos. Y esa apreciación que haces me parece muy atinada: escribir es un arte, pero sin oficio, complicado. Ahí andamos, de aprendizaje.
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