lunes, 22 de junio de 2009

sus amigos decían que eran chopos

Escucha a los amigos que le dicen
que deje de beber noche tras noche
en los garitos turbios de las grandes
ciudades repletas de autopistas,
no merece la pena, así es la vida,
bebed conmigo, imbéciles, responde.
Y los amigos miran a otra parte,
no va con ellos tanta indisciplina.
Así, no escucha más que los silencios
de la barra del bar, en otro sitio,
lejos de los amigos que quisieron
salvarle del infierno. Pero tiene
lumbre en los ojos que antes eran piedra
y alguna gente buena que le abraza
cuando le ve contento en armonía
con los chopos –sus amigos decían–
que señalan el cauce de su muerte
y el cementerio chico en que le aguardan
su Leonor y el olmo viejo hendido.

2 comentarios:

Inés dijo...

José, tu poema encierra una y mil historias
qué profundo tu poema, se siente.

un beso

Jose Zúñiga dijo...

Amiga, es la pura verdad. Entre chopos y olmos, así vamos. Y con buenos amigos, siempre.