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Esta es mi casa.
Me lavo en ella todas las mañanas
y a veces quito el polvo
que se va atrincherando en los rincones
o me empolvo yo mismo y estornudo
enredando en los libros de sus estanterías.
En ella tomo
mis caldos, mis verduras, mi estofado de carne,
mis pastillas, y duermo, cuando toca,
en esa cama tan destartalada.
Esta es mi casa,
donde no tengo gatos ni canarios,
ni tortuga siquiera. Sólo
paredes arrugadas,
espejos que se burlan de mí cuando me afeito,
plantas depredadoras que no florecen nunca
pero me besan cuando me ven triste,
guitarras que despiertan mis más bajos instintos,
cajones destemplados, boinas, copas
dispuestas siempre para cualquier juerga.
Esta es mi casa.
Y sé que esta es mi casa porque viven
aquí mis personajes,
mi yo, mis heterónimos, mis neuras,
mi chica y mi perrita pequinesa,
mi sombrero y mis trajes,
la cicatriz de todos mis recuerdos,
el lunar de tus besos, la luna de mis sueños,
mis heridas, las marcas de mis venas,
los señuelos del tiempo, mis fantasmas,
aquí viven.
Esta es mi casa,
aunque yo no la habito:
ella me habita a mí con sus achaques,
con las continuas crisis pulmonares
de su fontanería,
con sus derrames cerebrales y otras derramas
varias (como los partos
múltiples de su comunidad de propietarios);
me sorprende en la noche pidiéndome perdón
por esconder las velas cuando se va la luz,
la tengo todo el día escayolada
y aún así me protesta
y me llena los techos de goteras y grietas.
Me ocupa mucho tiempo esta morada,
ella me habita, sí,
y yo no tengo espacio para tanta vivencia.
Esta es mi casa.
Sé que llegará el tiempo en que habrá que dejarla,
así que hay que empezar a despedirse
de tantos habitantes, y no sé cómo hacerlo.
Me da pena el reloj, el reloj sobre todo,
no he hablado del reloj porque me arriesgo
a dejarme llevar por la nostalgia
de las horas perdidas,
un reloj de pared que heredé de mi abuelo
y que nunca dejó de dar las campanadas
claramente a destiempo.
Por supuesto,
elevaré una instancia a las autoridades
para que no se olviden
de poner una placa muy cerca de la puerta
que estoy cerrando ahora:
Aquí vivió y murió José Luis Zúñiga,
malogrado poeta.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 3 horas
34 comentarios:
¡Joder que susto! por un instante pensé que ibas a cerrar el blog, e estado buscando el reloj como un tontorrón de bote.
Un abrazo.
Magnifico...
Por lo que veo tienes claro que no te vas a mudar de casa.
A eso lo llamo yo flechazo.
Abrazos.
Lo de malogrado poeta es paa rebatirlo con esas copas siempre predispuestas.
Me viene a la memoria aquello de Martí:
Dentro del pecho tenía
Una espléndida vivienda:
Cuantos a mí se asomaban
Decían: vivienda espléndida!
Un estupendo poema
pero esa es tu casa, el lugar al que regresar, donde cobijarte cuando las cosas pinten mal, zuñi, y eso, eso es lo más importante amigo. un fuerte abrazo y con ganas de verte.
quizas en lo de malogrado no estoy de acuerdo, cuando lo que se escribe sale del corazon , un abrazo amigo
uy..abre las ventanas que entre la luz de la primavera
y un beso
Gracias por tu aliento en forma de comentarios. Sé que, posiblemente, tú no los necesites, pero aún así te diré que me parece una descripción muy emotiva de todo lo que nos rodea y se constituye en nuestro mundo. Este mundo que se va haciendo cada vez más pequeño, más entrañable y más nuestro y menos de los demás. Estupendo.
La verdad es que me vino la tentación de hacer eso que dices, Montxu, y precisamente este poema me parecía apropiado. De momento sigo, pero algún día habrá que parar un rato porque no llego a todo. Aunque esto me estimula.
Un abrazo.
Gracias, flaco amigo!
Te voy a decir la verdad, Manolo: Estoy de obras y ahora mismo vivo en casa prestada. Algo tendrá que ver, jeje. Claro, las obras son para no mudarme.
Un abrazo.
Adolfo, se nos acumulas temas pendientes. Habrá que poner remedio.
Me algro de que te haya gustado, Carlos.
Tienes razón, volti, de todas formas la cosa tiene varias lecturas.
Sí que es tiempo de verse, aunque llevamos un ajetreo que no es normal. Esta semana viajo.
Abrazo
Bueno, Hargos, al final no habrá palca y, si la hubiera, saber que pondrían.
Abiertas las tengo, Ana, y entra sol a raudales, pero al reloj le da igual.
Un bs.
Antonio, todo el mundo necesita aliento. Y este tuyo me hace ilusión
especial, no sé por qué.
Te reflejas muy bien en este poema.
Y en lo de malogrado, creo recordar que ya te dije algo hace bastante tiempo.
Tal vez fue en mi primer comentario.
Ta muxus.
"Si sigues escribiendo siempre así, esa placa de tu casa , en lugar de malogrado tendrá que decir, por lo menos, prestigioso poeta.
Macanudo, como dirían en mi pueblo.
Un saludo cariñoso"
Eso me dijiste, Soco, el 21 de enero de 2009, recién estrenado este blog. Y eso me dió ánimos para seguir. Sí, fuiste la primera, jeje. Ahora he hecho algunos recortes, y aún habrá que trabajarlo algo.
bSS.
Hace un tiempo le regalé una acuarela a un amigo, una marina, porque estrenaba casa. Le puse por detrás:
"Sólo hay un hogar verdadero y está dentro nosotros"
Y tú me lo confirmas.
Un abrazo
Chuff!!
Te lo confirmo, Zen: lo demás son paredes, aunque las cojamos cariño.
si no fuera por la chica y la guitarra hubiera pensado que habias descubierto mi casa.
En la mia la placa pondra: Hasta ayer no nos pudimos librar de él.
jejeje.
Vida de héroe.
Hay casas interiores y casas normalitas, Jorge. Me da que las nuestras se tienen que parecer bastante.
Qué bueno lo de ayer, Pepe!
Esta mañana intenté dejarte un comentario, estaba impresionada, un retrato magnífico de un tiempo profundo de un espacio abierto que te atrapa. Maestro un gran placer leerte, descubrirte en cada verso.
Te abrazo fuerte.
No sé cómo lo verás, pero a mí no me echas de tu casa. Eso sí, el polvo lo quitas tú ehhh.
Yo sólo te leeré.
Besos, gran poeta.
Qué buen retrato, paisaje, interiores..., y con unos ritmos muy marcados, y ese habito la casa y ella me habita..., y el reloj del abuelo..., una simbiosis perfecta entre todo lo que hay en la casa y tú. La estrofa que más me gusta es la de los personajes, tu chica, tu guitarra, tu perro, tus heterónimos..., es como menos desolada.
Un abrazo.
Cuando era chavalete tenía un compañero de instituto que era un crack del atletismo. Ganaba todas las carreras de medio fondo, tanto en las prueba escolares como federado. Una vez me dijo que en todas las carreras, absolutamente en todas, en todas las que había ganado y en las que había quedado segundo o tercero (creo que nunca quedaba más retrasado que eso) había pensado en abandonar. Y añadió, "y a todos los que ves en televisión corriendo en campeonatos y olimpiadas les pasa lo mismo. Siempre, en toda carrera han pensado abandonar. Es así, luego no abandonas, sigues y ganas la carrera. Es extraño". Hoy tu poema me ha recordado esta conversación. Yo nunca pensé en abandonar en ninguna carrera del instituto, quizás porque era muy malo y era imposible que ganara; sin embargo, con cosas que me importan más siempre estoy acariciando la idea de dejarlo ¿por qué será? A lo mejor me equivoco, pero me parece que a ti te pasa lo mismo a veces con este blog, quizás, entre otras cosas, porque siendo importante para ti el pensamiento trae consigo una sensación de vértigo. Y nos gusta el vértigo. Un abrazo.
Bego, esta casa también es mi casa (he jugado con eso), y aquí, como en la de verdad si se tercia, siempre eres recibida con los brazos abiertos.
Achuchones. Y, nuevamente, suerte con ese poemario.
Tú ta quedas con el reloj, Emibel, y con todo, en realidad me voy pero me quedo.
Bs
Creo que me salió un batiburrillo muy mío, mj, hablo de mis cosas, las tangibles y las intangibles, paseo por mis pasillos interiores y veo las goteras de verdad verdadera y de tiempo y espacio. No quise ser dramático, esas gotas de humor creo que en este caso son imprescindibles.
Bs.
Yo tampoco pensé en abandonar ninguna carrera (salvo la de Derecho, jeje), aunque las quería ganar todas. Y atleta nunca fui, Rafael.
Aciertas con esa sensación: esta casa es mi casa (ahora en obras), es también la casa que imagino y es, figuradamente, este blog. Creo que he comentado más arriba que pensé en dejarlo como último poema por una temporada. Ya ves que no ha sido así. Sí, la tentación de abandono en este afan diario siempre está presente. Sí, siempre me produce vértigo. Sí, me gusta, me apasiona el acicate que supone escribir al día, exponerte al mundo, compartir, crear lazos invisibles con gente que se hace visible cuando menos lo esperas.
Pero algún día tendré que cerrar provisionalmente. Y será pronto, porque ahora tengo que ponerme a hacer el poemario que sea con todo este material, a componer nuevas cosas y a ver que hago con mi disco (finalicé ayer la grabación, uff!). Por desgracia, el tiempo no es como el chicle.
Como siempre, acertaste. Eres un lince.
Abrazo.
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