¡Ay, náufrago sin sol! ¡Ay, jarcia rota!
¡Ay, corazón inerme del soldado!
¡Ay, mortífero dardo envenenado!
¡Ay, espiral sin fin de la derrota!
Ella bate sus alas de gaviota,
señora y reina del acantilado;
yo cuento las estrellas, estrellado,
apurando el insomnio gota a gota.
Una estrella se esconde en los balcones
de la noche. El rey de corazones
se derrite, se agita y da un portazo.
Oscurece la luna en su regazo;
las cenizas se cubren de algodones:
Ya se afloja la cincha del abrazo.
REVISTA TURIA. Núm 152. Pág. 250 y sgtes.
Hace 19 horas
2 comentarios:
muy becqueriano te veo, pequeño. Poemas que parecen sencillos, que transmiten, que esconden utopías indescriptibles...Tú eres un poeta.
Yo lo veo más lorquiano que becqueriano, amiga, pero poco importa. Gracias por tus palabras (¿cómo encontraste esta entrada sin comentarios?: eso es poesía). En cuanto a ser poeta..., palabras mayores. Lo intento. De momento me quedo con eso. Aprender poco a poco. Y siempre aprender.
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