... en verso, en vino, en luz, y enamorado.
Antonio Colinas
La muerte del olivo, aquel a cuya sombra
charlaron tantas veces en tantas primaveras,
le puso melancólico. Refugióse en un cuarto
cercano a la Latina,
mas luego echó de menos a Zegrib y Zaíra.
Y la pena crecía. No volvieron a verle.
Con el paso del tiempo, en las tardes más tristes,
Santiago se aparece envuelto en aceitunas.
Echa cartas, escruta los posos del café,
como solía, y habla
de la vieja farándula. Son eso, apariciones:
nunca, nunca supieron
de verdad qué fue de él.
Recuerda: más poemas en "Lo que queda"
4 comentarios:
Sereno, triste y precioso tu poema.
Hacía días, muchos, demasiados, que no leía nada de Colinas, ni siquiera pensaba en él. Tus versos me lo han recordado, y he releído algo:
Si a vuestra vida un día llegase el huracán,
si hoy llegó el huracán a vuestras vidas,
respirad en su furia con quietud, hondamente,
y esperad.
Ahora, más que nunca,
sed flexibles,
sed junco, aroma, luz.
Petò huracanado.
A Colinas siempre se vuelve, mar i nosotros.
me identifico en algo con como siente este otro santiago
Pues esta vez la historia de Santiago es más o menos cierta, Santiago. Así que ojo, no vayas a desaparecerme.
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