sábado, 25 de julio de 2009

Santiago

... en verso, en vino, en luz, y enamorado.
Antonio Colinas


La muerte del olivo, aquel a cuya sombra
charlaron tantas veces en tantas primaveras,
le puso melancólico. Refugióse en un cuarto
cercano a la Latina,
mas luego echó de menos a Zegrib y Zaíra.
Y la pena crecía. No volvieron a verle.

Con el paso del tiempo, en las tardes más tristes,
Santiago se aparece envuelto en aceitunas.
Echa cartas, escruta los posos del café,
como solía, y habla
de la vieja farándula. Son eso, apariciones:
nunca, nunca supieron
de verdad qué fue de él.

Recuerda: más poemas en "Lo que queda"

http://jlzuni.blogspot.com/

4 comentarios:

Mar i lúz dijo...

Sereno, triste y precioso tu poema.

Hacía días, muchos, demasiados, que no leía nada de Colinas, ni siquiera pensaba en él. Tus versos me lo han recordado, y he releído algo:

Si a vuestra vida un día llegase el huracán,
si hoy llegó el huracán a vuestras vidas,
respirad en su furia con quietud, hondamente,
y esperad.
Ahora, más que nunca,
sed flexibles,
sed junco, aroma, luz.

Petò huracanado.

Jose Zúñiga dijo...

A Colinas siempre se vuelve, mar i nosotros.

Anónimo dijo...

me identifico en algo con como siente este otro santiago

Jose Zúñiga dijo...

Pues esta vez la historia de Santiago es más o menos cierta, Santiago. Así que ojo, no vayas a desaparecerme.