Alcánzame tus manos.
Y tu boca, que sea también mía.
Préstame tu mirada
(mis ojos no me sirven).
Cuéntame lo que sabes
a gritos o al oído:
sólo cuando penetre
en la raíz de tanto sufrimiento;
sólo cuando comprenda
las razones más hondas de tu miedo;
sólo cuando en mi sueño
sufra las mismas pesadillas negras
que habitan en tu sueño,
entonces, sólo entonces,
me atreveré a decirte que te quiero.
Mientras tanto, seguiré en tu regazo
y beberé tus lágrimas. No tengo
ganas de ser feliz.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 2 días
1 comentario:
Y es un placer quererte sin miedo.
El sueño del caracol.
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