jueves, 29 de enero de 2009

dos berzas y un pimiento

Escapé de sus garras:
del quehacer sin sentido,
de las brumas nocturnas,
del cuarto confortable,
de los viejos amigos
con sus charlas de siempre:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Me topé con las sombras
de tejados sin nadie,
con los gatos perdidos
de todos los desastres,
el sudor en las manos,
el musgo en las paredes:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Escapé. Fui buscando
cometas en el aire,
dos berzas y un pimiento,
imposibles engarces
de versos polisémicos,
tierra de nadie. Inerte,
todo siguió su rumbo.
Nunca cambió mi suerte.


En las altas esferas
sólo cuentos sin cuento,
almohadas sin cabeza,
pajaritas sin cuello,
brújulas desnortadas
o arcángeles dementes:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Escapé para nada.
No encontré en parte alguna
limpios amaneceres
como los que buscaba,
ni mis alondras muertas,
ni mis limones verdes:
todo siguió su rumbo,
nunca cambió mi suerte.


Cuando me fui no estaba
nada donde debía.
Nada encontré en su sitio
en mi insensato afán.
Y cantaba. Y volaba.
Pero empecé a perderme:
todo sigue su rumbo,
nunca cambia mi suerte.

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