Esta noche
estuve haciendo cola nuevamente,
no sé por qué esta vez. Tal vez
por si algún día necesito
realmente hacer cola para comprar condumio,
cosa que no resulta tan descabellada
en estos tiempos de acaparamiento.
Entenderán, espero,
que uno no está ni mucho menos cuerdo
ni en eso que se llama sus cabales,
tendré que confesarles que esto mío
debe tomarse en serio,
es un imperativo categórico
para nunca morir aunque esté muerto.
Después de tanta cola llegué a casa,
encendí un cigarrillo en el umbral,
apagué muchas velas y un incendio,
pensé, rumié, me puse
varios whiskys con soda y cuatro cubos
de hielo en vaso ancho
y luego escribí frases sin sentido
que ahora estoy trascribiendo
una tras otra, por matar el rato.
Al partir un piñón me he vuelto fijo.
Batidoras trituran pelandruscas.
Antípodas tus amplias calicordias.
Nanay de Paraguay, tumba en retumba.
Iza el rizo un erizo desplumado.
Calixto y Melibea en melopea.
Oh Paris, oh Paris, oh la la la.
Me abanico con ristras de merluza.
Esta cesta no tiene más que timbres,
y así,
y hace calor debajo de la manta.
Los raqueros del puerto tricotean,
y salpican gaznápiros sus crestas.
Yo me voy a acostar, hasta mañana,
buscaré alguna cola en que merezca
la pena colearse, como un pez
en el agua o una sardina en lata.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 1 día
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