Siempre estoy a la luna de Valencia,
pero vivo en Madrid (si es que se entiende
que vivir es pasar por algún sitio)
y me despierto a orillas del Cantábrico,
a veces en Asturias y otras veces
en Lugo, que no está en ninguna orilla.
Así, no me resulta nada fácil
trabajar en Sevilla, donde tengo
mi mesa de despacho (si se entiende
por trabajar tomar café con churros),
o escribir en Bilbao, junto a la ría,
antes de echar la siesta en Salamanca,
o hacer cola en el súper de Albacete
y comer en Logroño (si se entiende
por manducar sentarse en una mesa),
que es algo habitual, por más que acabe
a trancas y barrancas con el postre
para echarme unas copas en Gerona.
Me aturullo con tanta toponimia,
ya me canso de estar quién sabe dónde,
de acostarme contigo (si se entiende
por acostarse echarse en una cama)
en la distancia, en el olvido, lejos
de donde debo estar. No tengo sitio,
siempre me encuentro fuera de lugar.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 2 días
3 comentarios:
Me dejas muda.
Pues es como lo del fotón, pero a más velocidad.
Eres muy muy muy bueno.
Me tienes encandilada y en blanco.
¿Tu sabes leer el pensamiento?
jijiji.
De los demás tanto amor me abruma.
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