Debemos horadar las madrugadas
para encontrar la luz de anochecida.
Nuestra mortaja
es sólo la crisálida
que renace sin pausa.
Serpiente alada somos, ouroboro
que devora su cuerpo y se vomita.
Nuestro alimento
es nuestro propio cuerpo
desmembrado en el lecho.
Se desgarran los cuerpos fieramente
antes de unirse en cópula perfecta.
Nuestro silencio
sólo augura el comienzo
de otra lucha sin tregua.
No existe juego alguno de palabras
que combine tu cuerpo con el mío.
Nuestro palíndromo
será siempre el silencio
que se muerde la cola.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 2 días
1 comentario:
Maestro, Jamas lo habria podido expresar nadie mejor.
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