Pasan lentas las horas.
La tarde viste su mejor domingo.
Una mosca pasea displicente
al borde de tu ombligo. Ni te inmutas,
tu cuerpo está a otra cosa.
Me susurras: “Mañana será lunes”.
Te responde a lo lejos el murmullo
telúrico del mar. Trepan tus manos,
luego, enredadera
que florece en mi cuerpo, que lo invade,
que se cuela por todos los rincones
de un hombre ya rendido
con el desorden propio del ramaje
que no entiende de siegas.
Ya la humedad salvaje, inmarcesible,
penetra cada poro. Se tensa la ballesta.
Pronto el fresco verdor de tus abrazos
se hace lengua en mis ingles
y yo digo: “Escribiré un poema”.
Y mi boca ya es pasto de tus llamas,
y tu fuego ya todo lo consume,
y mis penas ya vuelan con los pájaros
hacia otros horizontes. No soñamos,
no se sueña el amor.
Al despertarme
–aún no habrá anochecido–
pasearé descalzo por los bosques
y tú estarás dormida cuando escriba
los versos que ahora escribo.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 7 horas
3 comentarios:
Buen poema, José. De los mejores poetas que he leído por los blogs. Pero calla, calla, no se lo digas a nadie, que luego se cren -paranoicos- que les están diciendo a ellos que son malos.
No soñamos,
no se sueña el amor.
eso me encanta
un abrazo (tenemos pendiente un intercambio, cuando quieras)
Despista este poema, josé. Más bien parece que la tarde fue calurosa.
Me gustó. Saludos.
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