Me he despertado esta mañana
con un extraño olor a nochesucia.
No parece normal, porque he dormido
de un tirón ocho horas. Pero es cierto:
un agrio regurgir sube del pecho
y se transforma en pena en la garganta,
lágrimas son al alcanzar los ojos,
rabia ya en el cerebro.
(Suena el teléfono: Que pases buena noche.)
Y me dispongo a preparar la cena
claramente a destiempo. Salta
la alarma, todas las alarmas
resuenan en mis tripas con estruendo.
Despertar a los muertos, de Scott Spencer
Hace 2 días
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