jueves, 12 de febrero de 2009

lamento de un funámbulo

El blanco rebozo de la blanca sábana.
Ya va amaneciendo. Mece la alcancía
su triste lamento cerca de la puerta.
Una desbandada

de pájaros súbita aligera el vuelo
hacia otros rincones. Huyen de nosotros:
no hay en nuestras ramas lugar para trinos.
Cuerpos desplumados

tras el armisticio de una noche en calma,
cuerpos maltratados, lamen sus heridas.
El tuyo y el mío. Tu cuerpo, mi cuerpo,
hilvanan su afán:

convertir la arritmia en compás exacto,
alentar escalas sin ningún anclaje,
subirse a la parra de una frase inhóspita
en noches sonámbulas,

hacer equilibrios en la cuerda floja
que mantiene unidos los vientres hastiados,
sentir en la nuca besos estampados
con una cuchilla,

avivar rescoldos que no serán lumbre,
dar pasos en falso, hablar por hablar,
hacer de la vida un eterno bucle
de usar y tirar.

Tensa bien la cuerda. Ya no hay nada.

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